El negocio de la (in)seguridad

En el pueblo aún viven con la puerta abierta de casa, duermen con la puerta abierta de casa, entran y salen con la puerta abierta de casa. Son la resistencia, se niegan a cerrar las puertas de sus casas.

Regresó al pueblo Manolito, el hijo de Frasquita de la calle vía, al final de la calle, la casa con el postigo marrón oscuro. Vino después de estar muchos años trabajando en la gran ciudad en el negocio de la seguridad, decían; las malas lenguas comentaban que simplemente se dedicaba a vender alarmas y cerraduras a familias y negocios que creían que tenían algo que proteger. En el pueblo no hay negocios, todo lo que se hace, tiene alguna utilidad.

Nos comentó Jesús, que aún trataba con el, que lo habían echado de su trabajo por mangar dinero y que ahí andaba, sin saber que hacer.

Una mañana, apareció en todas las puertas de las casas del pueblo, un papel de publicidad, «Alarmas y cerraduras manolito, contrata, duerme tranquilo por las noches, deja tu casa sola sin preocupaciones. Cuidamos de ti. 609 01 02 03».

Nadie entendió nada, habíamos vivido toda la vida con la puerta abierta de casa, ni si quiera nos planteábamos qué era la confianza porque confiábamos en el vecino, si se necesitaba algo, se pedía. La solidaridad entre vecinos, tampoco era un planteamiento, era algo practicado durante lustros sin parecer que hiciéramos una buena acción. Josefa le llevaba los huevos a Paco, entraba hasta la misma cocina sin llamar y los dejaba allí, Paco le llevaba coliflores y poleomenta a Josefa…

Todo el mundo usó el papel para limpiarse el culo. Algunos se mofaron de Manolito, diciéndole – «me he limpiado el culo con tu papel después de comerme el potaje».

Un poco rabioso Manolito, se puso a darle vueltas a la cabeza para poder venderles las alarmas y las cerraduras a sus convecinos. Recordó un curso de «radikal marketing and development security research and IT jamón madre ISCPP» que le dieron en la gran empresa de la gran ciudad, con descuento en la seguridad social. Allí les explicaban «si no quieren tus productos, haz que lo necesiten».

Manolito elaboró un plan nocturno, entraría en la casa del arcarde, no sería difícil, la puerta estaba abierta, robaría la virgen de fátima, el quinquel, la plancha de carbón y los cuatro euros y pico que se posaban allí para cada mañana ser canjeados por el paquete de ducados del arcarde; que estaba todo encima de la cómoda de la entrada.

Pensado y hecho, se corrió la voz, «Han robao en la casa del arcarde!» – «Te has enterao manoli? le han robao al arcarde, en su propia casa!»

El arcarde Rafael, que hasta la fecha había mostrado siempre cordura, rescató el papel de publicidad de alarmas y cerraduras, de la jaula del canario y llamó a Manolito.

  • «Te habrás enterado ya que han robado en casa manolito, necesito una cerradura y una alarma de esas que dices que vendes, cuánto me vas a llevar?»

  • «mil euros arcarde, las pido ahora mismo por el cosario a la gran ciudad y mañana por la tarde se la pongo y se la certifico»

La desconfianza se instauró en la villa, ya no entrarían a robar en casa del arcarde, pero corría un pensamiento en segundo plano, y si la próxima vez entran en mi casa a robar? pues llama a manolito…

Poco a poco toda la gente del pueblo empezó a contratar los servicios de manolito, el ayuntamiento sacó una línea de subvención destinada a la seguridad, para aquellas familias que no tenían para sufragar la alarma y la cerradura.

Una vez todas las casas estaban blindadas, Manolito se fue con la cuenta del banco boyante a hacer negocios a otras partes.

Ahora todos viven recluidos en sus casas, aún hoy se siguen preguntando quién fue el ladrón de la casa del arcarde, porque desde entonces nadie ha vuelto a robar.

La seguridad vive de crear inseguridad.

Buena suerte manolito.

Fuentes: audio cadenaser, foto laciudadviva.org
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